Cuando estuve en Hannover en el club der lectura, Paco me dejó este libro que ya estaba leyendo cuando nos vimos en enero y que la verdad es que me pareció un planteamiento muy interesante. He tardado más o menos una semana en leermelo y hay varias cosas con las que no termino de estar de acuerdo (o al menos con la forma en las que las plantea), pero hay una cosa muy positiva de este libro y es que más que dar respuestas, propone reflexionar y hacerse preguntas y eso es lo que más destacaría del libro.
Pero mejor empiezo por el principio. El autor es un hombre trans que se operó para tener cuerpo de hombre y ahora plantea que una operación de cambio de sexo no es la solución para sentirse bien con el cuerpo propio como persona trans.
Y eso es precisamente lo que me chirría del libro. El autor dice que una operación de cambio de sexo no es la etapa final del desarrollo de una persona trans. Es más, considera que no es una etapa ni siquiera necesaria (o al menos esa es la sensación que a mí me queda); sin embargo pontifica sobre esa idea. Yo estoy de acuerdo con que para él (y para muchas otras personas trans) no es la solución; pero él no puede hablar por boca de todas las personas trans y mucho menos cuando prescisamente eso es lo que critica del mainstream trans: que planteen una solución que no es válida para todo el mundo y que la publiquen a los cuatro vientos como si fuera la panacea.
Otra de sus críticas con las que no estoy de acuerdo es que parece que niega la parte biológica del género (ya sé que el género es un constructo social, voy a eso ahora después). Un tema recurrente a lo largo del libro es el de los ladrones de cuerpos; los médicos (psiquiatras, cirujanos, etc.) que deciden qué es lo mejor para las personas trans. Si bien, es cierto que esos médicos no dejan de ser personas tomando decisiones extremas e irreversibles sobre la vida de otras personas, no se puede olvidar que el género (aún teniendo un componente social enorme) parte de una base biológica.
A lo largo del libro (excepto en la última parte) no he dejado de tener la sensación de que el colectivo trans (que el autor tanto defiende como ataca) no deja de ser un grupo de gente que no deja de mirarse el ombligo. Caracteriza a las personas trans como gente que no está contenta con su cuerpo (entre otras cosas), obviando (excepto en la ultima parte) a muchos otros colectivos que tampoco se sienten a gusto en su propia piel (gordos, lisiados, mujeres que han superado un cáncer pero para ello han perdido un pecho...). Si bien es cierto que en la última parte sí que abre el abanico de gente que no se siente a gusto en su propio cuerpo, yo he echado de menos que esa reflexión aparezca antes en el libro. A lo mejor así lo habría leído con otros ojos.
Para terminar con los aspectos que no me han gustado del libro, algo que no tiene que ver con el contenido, sino con la forma. Para ser un libro de divulgación me ha parecido demasiado técnico, la forma en la que está escrito no ha terminado de atraerme.
Dicho esto, hay también varios aspectos que me ha alegrado muchísimo encontrarlos en el libro y con los que estoy totalmentede acuerdo: el género como constructo social, la gordofobia, la discriminación económica (aporofobia), el passing como objetivo erróneo.
Otra masculinidad es posible o el género como constructo social. Aunque en realidad éstos son dos temas diferentes, están intimamente relacionados. Empecemos por "otra masculinidad es posible" (que es la otra cara de la moneda "otra feminidad es posible"); mucha gente tiene un concepto claro de lo que es y como se comporta un hombre de la misma forma que tienen un concepto claro de lo que es y como se comporta una mujer. Sin embargo yo, que soy un hombre completamente cis (homosexual sí, pero hombre al fin y al cabo y feliz en mi cuerpo de hombre) no cumplo muchas de las expectativas que se tienen de un hombre o de lo masculino, no soy lo que se diría el típico hombre masculino, pero no considero que por ello deje der ser menos hombre o menos masculino. De la misma forma que no considero que cualquier mujer sea menos mujer por no cumplir las expectativas o lo que se considera típico femenino.
Por otro lado el género como constructo social plantea sólo dos géneros que en muchos aspectos están contrapuestos (uno es lo contrario del otro o uno tiene lo que le falta al otro). Obviamente hay aspectos comunes (por ejemplo ni hombres ni mujeres tienen la piel verde) y aspectos que no son determinantes del género (por ejemplo la capacidad de organización); pero hay certos comportamientos (muchas veces contrapuestos) que se presuponen típicos masculinos o típicos femeninos; por ejemplo, dominancia-sumisión, fuerza física-ingenio, ser una persona lógica-ser una persona emocional, ciencias-letras, el cuidado de los hijos, el trabajo en la casa. Esta clasificación simplista en la que las personas pueden ser solo blancas o negras (léase masculinas o femeninas) olvida que hay una paleta enorme de colores entre medias y que ni el blanco absoluto ni el negro existen más allá de en la teoría.
La gordofobia. Este es uno de los aspectos que más de lleno me tocan. Si pudiera cambiar algo de mi cuerpo no sería mi estatura (en todos mis círculos sociales - excepto en mi familia - soy siempre el más bajo o uno de los más bajos), mi pelo (a pesar de tener más canas y menos pelo que mi padre, que es casi cuarenta años más viejo que yo) ni ninguna otra cosa, excepto la barriga. ¿Estoy contento con mi cuerpo? Sí. ¿Estaría más contento si mañana al despertarme no la tuviera? Sin ninguna duda. Hay muchísima gente que sin ser trans simplemente no están felices en su cuerpo. Y la razón no es intrínseca, sino social. Si a mí me gustan lo osetes ¿por qué yo quiero perder la barriga? Porque la sociedad me bombardea diciéndome que aspire a un cuerpo sin arrugas y con abdominales. En este aspecto también hay que contar con tantísma gente con otras razones para su infelicidad: altura, tener solo un pecho, calvicie, etc. Obviamente ningún aspecto es tan definitorio como el sexo; pero todos son aspectos para no sentirse agusto en el propio cuerpo. (Aunque volvemos a lo de antes, ser trans, no es tanto no sentirte a gusto en tu propio cuerpo, como no sentirte a gusto en la categería artificial en la que la sociedad te ha metido).
La aporofobia. La mayor discriminación viene por ser pobre. Si bien es cierto que otras discriminaciones conducen a la pobreza, las demás discriminaciones son menos duras si no hay pobreza. Hoy día hay gente trans admirada y que se pueden considerar un modelo a seguir (no solo por ser trans, sino independientemente de su transexualidad): Bibiana Fernández, Caitlyn Jenner, las hermanas Wachowski, Elliot Page... Pero todas las personas tienen algo que la mayoría de las personas trans no tienen: una cantidad de dinero y una proyección mediática brutal. Es cierto que la visión de la transexualidad está cambiando y que la aceptación es cada vez mayor, pero esta aceptación va desapareciendo conforme nos vamos acercando en las clases más pobres de la sociedad.
El passing como objetivo erróneo a seguir. Tengo que admitir que este aspecto me ha hecho reflexionar bastante y que no me lo esperaba. El passing consiste en hacerse pasar por algo. El autor definde que el objetivo final de un hombre trans (o de una mujer trans) no es que le confundan con un hombre cis (o con una mujer cis), sino que le acepten, le aprecien y le celebren por ser lo que es y aparentarlo: una persona trans.
En definitiva, aunque el libro en sí no es de mis favoritos, me ha llevado a muchas reflexiones y a muchos pensamientos a los que no habría llegado de no leerlo. Así que definitivamente lo recomiendo.
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